En una reunión comunitaria, los coordinadores propusieron tener un momento personal a partir de la lectura de uno de los pasajes de la Palabra muy conocido: aquella en la que Jesús sacia a una multitud con cinco panes y dos peces (Jn 6, 5-13). Mientras realizaba la actividad propuesta, Damián experimentó la Novedad: el Señor le habló a su vida y permitió que el Evangelio le enseñara una nueva forma de vivir el discipulado.
Afinar la puntería
Jesús pregunta dónde podrían comprar comida y Felipe responde cuánto haría falta para comprarla. Lo escucha sin escuchar, responde con sus propias preocupaciones, sigue su propio razonamiento, casi sacando al Señor de la ecuación. ¿Cuántas veces me empecino en buscar soluciones con mi propia lógica, sin escuchar exactamente lo que Jesús me está preguntando? Generalmente el desafío no está en hacer las cosas bien, sino en hacer lo que le agrada al Señor.
Dudar, sí, callar, no
Andrés avisa que hay alguien que tiene cinco panes y dos pescados y también expresa su preocupación: ¿qué es esto para tantos?
A veces, la tentación me hace creer que ser discípulo es no tener dudas ni cuestionamientos. El mal nos hace idealizar la vida discipular y creer que no se pueden tener miedos, o dudas, o que expresarlas es una falta de confianza. Entonces, callamos y nos queda algo sin poner en las manos del Señor.
Si Andrés hubiera decidido callar, este preciso milagro no hubiera sido posible. El poder de Jesús en mi vida no se frena con mis dudas, se frena con mi silencio…
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