En esta celebración, la alegría, el amor y la paz vuelven a nacer en nuestros corazones.

•“Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado” (Is 9,5) 

Cada 25 de diciembre, se renueva el misterio de la Navidad: nace también para los hombres de nuestro tiempo este Niño que trae la salvación al mundo; nace llevando alegría y paz a todos. Nos acercamos al pesebre conmovidos para encontrar, junto a María, al esperado de los pueblos, al Redentor del hombre. Contemplemos con María el rostro de Cristo: en aquel Niño envuelto en pañales y acostado en el pesebre (Cf. Lc 2, 7) es Dios que viene a visitarnos para guiar nuestros pasos por el camino de la paz (Cf Lc 1, 79). María lo contempla, lo acaricia y lo arropa, interrogándose sobre el sentido de los prodigios que rodean el misterio de la Navidad.

• Un misterio de alegría 

En esa noche los ángeles cantan: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama” (Lc 2, 14). Han anunciado el acontecimiento a los pastores como “una gran alegría, que lo será para todo el pueblo” (Lc 2, 10). Alegría, incluso estando lejos de casa, la pobreza del pesebre, la indiferencia del pueblo, la hostilidad del poder. Misterio de alegría a pesar de todo, porque “hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador” (Lc 2, 11). De este mismo gozo participa la Iglesia, inundada hoy por la luz del Hijo de Dios: las tinieblas jamás podrán apagarla. Es la gloria del Verbo eterno, que, por amor, se ha hecho uno de los nuestros.

• Un misterio de amor 

Amor del Padre, que ha enviado al mundo a su Hijo unigénito, para darnos su propia vida (Cf. 1 Jn 4, 8-9). Amor del “Dios con nosotros”, el Emmanuel, que ha venido a la tierra para morir en la Cruz. En el frío pesebre, en medio del silencio, la Virgen Madre, con presentimientos en el corazón, siente ya el drama del Calvario. Será una lucha angustiosa entre la luz y las tinieblas, entre la muerte y la vida, entre el odio y el amor. El Príncipe de la paz, nacido hoy en Belén, dará su vida en el Gólgota para que en la tierra reine el amor.

• Un misterio de paz 

Desde la gruta de Belén se eleva hoy una llamada apremiante para que el mundo no caiga en la indiferencia, la sospecha y la desconfianza…. Los creyentes de todas las religiones, junto con los hombres de buena voluntad, que abandonen cualquier forma de intolerancia y discriminación, están llamados a construir la paz, a detener la inútil espiral de ciega violencia, a apagar los siniestros destellos de conflictos, que pueden ser evitados con el esfuerzo de todos. En África, carestías devastadoras y luchas intestinas agravaron las condiciones, ya precarias, de pueblos enteros. En Latinoamérica, en Asia y en otras partes del mundo, donde crisis políticas, económicas y sociales inquietan a numerosas familias y naciones, ¡que la humanidad acoja el mensaje de paz de la Navidad!

San Juan Pablo II

N. de la R.: Mensaje de Navidad, Roma, diciembre 2002. 

Publicado en la Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº225 (NOV-DIC 2020)