“He pensado mucho en cómo la Iglesia puede poner más en evidencia su misión de ser testimonio de la misericordia”, expresó su Santidad, al convocar el año jubilar. Sobre ello se concentró el autor del logo, el padre Marko Rupnik.

La humanidad redimida

El padre Rupnik creó la imagen de un Cristo Buen Pastor que lleva sobre su espalda a Adán. En un gesto íntimo y filial, ambos rostros están adheridos a tal punto que el ojo izquierdo de Adán y el ojo derecho de Cristo son, en realidad, el mismo: “Dios mira al hombre de modo tal que éste lo puede comprender y se comunica con él. A su vez el hombre lo puede ver y eso que ve el hombre, lo ve también Dios. El hombre comienza a ver como lo hace Dios, en todo ello se percibe que Cristo verdaderamente ha asumido toda la humanidad”, explica el autor.

La elección de los colores que componen el logo fue pensada según un código antiguo de artistas de inspiraciones cristianas. Sobre esto, Rupnik comenta: “Cristo se presenta blanco porque representa la luz. Él desciende a los infiernos y de allí asciende su Espíritu mientras su cuerpo reposa en la tumba. Es la luz, es la vida eterna del Hijo que asciende. Los tres círculos concéntricos que van del azul al casi negro, permite ver la impenetrabilidad del misterio de Dios, y, por otra parte, nos dice que la luz del mundo no tiene sentido, porque la única luz es la de Cristo, que brilla en el corazón de la humanidad. Por último, Adán, representado con un color verde mezclado con amarillo, refleja a la humanidad en proceso de redención, de la santificación”.

El diseño

La composición del logo une esta elección de los colores con una opción por un estilo medieval para el diseño, que responde a una precisa interpretación de la postmodernidad. Sobre esto, el autor explica: “Estamos en una época que concluye, la de la modernidad. Si el tiempo anterior era crítico de la razón, del intelecto y de la investigación, el tiempo que llega será nuevamente un tiempo de la vida. Y cuando hay un período histórico en el que prevalece la vida, la cultura es siempre simbólica, poética, metafórica, porque allí puede emerger la vida”.

Según el padre Rupnik, el papa Francisco encarna este tramo de la época postmoderna hacia la vida: “Este es un gran pontificado porque ya es parte de la nueva época. Esto se ve porque la palabra del Papa es importante, pero también los gestos son importantes. Esto es ya un lenguaje simbólico, en el sentido noble de la Teología, donde está la unidad de dos mundos: el divino y el humano, el creado y el increado, que se expresan uno en el otro”.

A esto hace referencia la mandorla –el marco en forma oval donde se sitúa la escena–,  una imagen que, en la iconografía antigua y medieval, recuerda la co-presencia de las dos naturalezas, divina y humana, en Cristo. “Cuando Cristo expiró sobre la cruz nosotros tomamos ese aire y allí comenzamos a respirar. Por eso aparecen así de cerca los rostros de Cristo y del hombre en esta imagen, y así de cercano al pueblo está el papa Francisco”, señala el padre Rupnik.

Equipo de Redacción

Fuente: Intervista a P. I. Rupnik sul logo del Giubileo (https://www.youtube.com/watch?v=4wTSPkajFis)

Publicado en Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº 201 (MAR-ABR 2016)