Iván sintió que el Señor lo animaba a expresar su amistad con Él.

En la Convivencia de verano*, luego de las charlas de varios días, momentos personales y grupales, tuve la oportunidad de tener una oración de disponibilidad y docilidad al Espíritu Santo. Allí experimenté una revelación: Jesús me llamó a convertir ciertos aspectos de mí que no me dejaban vivir con radicalidad el ser un discípulo.


Al principio de la Convivencia, por mi naturaleza estructurada, sentía que nos daban demasiado tiempo para las consignas propuestas. Sin darme cuenta ya le estaba poniendo una traba al Señor, quería que todo fuera a mi modo. Pero por gracia de Dios pude poner en práctica la docilidad y fue ahí donde el Espíritu Santo empezó a obrar.


Durante una oración, experimenté la verdadera libertad. El Espíritu me fue llevando a cada aspecto de mi vida, a cada lugar que frecuento, a cada persona con la que me vinculo, desde mi infancia hasta mi presente. Pude reconocer en qué actitudes no estaba siendo discípulo y entregárselas para que me haga un hombre nuevo. Pasé por mi familia, por mi noviazgo, mi trabajo, mi carrera, mis heridas, mis procesos, mi comunidad, entre otras cosas, y en cada una descubrí qué tenía que convertir para poder anunciar y vivir a Jesús.


Le pedí al Espíritu Santo renovar mi vínculo con Él, hacer una alianza y que me asista en todo lo que me iba suscitando para que no quede en el olvido y lo tenga siempre presente en el corazón. Terminé la oración lleno de gracia y alegría por la experiencia vivida. Finalicé este momento pidiendo al Señor que me hable en su Palabra. Jesús me regaló el texto de Romanos 1,16-17, en donde Pablo expresa que no se avergüenza del Evangelio porque es la fuerza de Dios para que se salve todo el que cree. Esta palabra me impactó y me generó confusión. Sentí que todavía el Espíritu quería seguir obrando en mí y entonces seguí orando.


Sentía que el Señor me pedía que no tuviera vergüenza de Él. Le empecé a preguntar por qué me hablaba de eso, si nunca tuve problemas en aceptar mi fe frente a otros. En ese momento, el Espíritu Santo obró profundamente una vez más y me reveló que en el fondo me avergüenzo de anunciar la Buena Nueva cuando me callo y no soy signo de contradicción en las mundanidades de mi trabajo, en las conversaciones en la facultad, con mi familia cuando me quejo, cuando en mis redes sociales intento no ser tan explícito en mis publicaciones y no transmito mi amor por Jesús, así no quedo tan “fanático”.
Con la experiencia vivida en esta oración, reconocí un aspecto fundamental para vivir con radicalidad todo lo que he recibido en la Convivencia.


Me entrego plenamente a este proceso discipular y me encomiendo a Dios Padre como creador de mi historia; a Jesús, dueño de los proyectos que el Padre pensó para mí; al Espíritu Santo, que me asiste en el proceso y a María como protectora.


Ivan Zayas
Perpetuo Socorro
Prov. de Buenos Aires

Publicado en la Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº 245 – JULIO 2023