En varios países de África, como en otros de Asia, cantidad de mujeres padecen mutilaciones aberrantes.
Si bien desde el 2011 en Kenia se había prohibido la mutilación genital femenina (MGF) con castigos de tres años de prisión y el pago de una multa de u$u 2000, en algunas comunidades, sobre todo rurales, esa práctica aún se considera necesaria para la aceptación social y el aumento de las perspectivas de matrimonio de sus hijas.
El presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, había prometido erradicarla hacia 2022, pero la crisis del Covid-19 hizo que las niñas se quedaran sin la protección escolar y las familias las sometieran a la MGF, para hacerlas casar a la fuerza a cambio de conseguir dinero, algo que esperan recibir para alimentar al resto de sus hijos.
Christine Ghati Alfons, una joven keniana, creó la fundación Safe Engage que lucha contra la MGF. Ella misma, en diciembre de 2020, constató lo que sucedió con unas alumnas que faltaron a su clase en la comunidad de los Kuria, en Migori. De las 25 asistentes de entre 10 y 15 años que esperaba, solo se presentaron 17, las otras ocho habían sufrido “el corte”, como se conoce a esa práctica en las mujeres; dos de ellas, a continuación, habían sido obligadas a casarse. Supo que las otras seis se recuperaban en sus casas.
Sin duda, las niñas ausentes fueron víctimas de la MGF, que generalmente implica la extirpación parcial o total de los genitales externos, y en muchos casos, posteriormente ofrecidas en matrimonio; una realidad que se agudizó por el confinamiento. Al asistir a la escuela, las niñas, además de recibir la formación básica escolar, adquieren el conocimiento del ciclo menstrual femenino y elementos oportunos para el cuidado de su salud.
La fundación Safe Engage es una organización comunitaria de Kuria que trabaja para terminar con la mutilación o ablación genital femenina, como con todas las formas de violencia de género. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se estima que 200 millones de niñas y mujeres en todo el mundo fueron mutiladas. El ritual se practica en la actualidad en al menos 30 países, en África y en Asia, como en algunos países en donde hay inmigrantes con estas costumbres. En Kenia, en particular, una de cada cinco mujeres de entre 15 y 49 añosrecibió este denigrante trato.
Christine, una de tantas jóvenes mujeres que trabaja por liberar a las niñas de estas agresiones lacerantes, en una entrevista que le realizó el diario The Guardian, declaró que recibió amenazas por parte de padres o parientes de niñas a las que rescató, “algunos juraron que me van a secuestrar y quizás obligarme a sufrir el corte”, relató…
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