Ante las respuestas que ofrece la sociedad de consumo, la venida del Espíritu Santo en Pentecostés abre caminos para la vida nueva.

Señor, nos dejas tu Espíritu Santo; nosotros te hubiéramos pedido un manual de instrucciones.
Hay algunos poderes terrenales que buscan manejarnos. Ellos saben que nuestra ansia de libertad está mezclada con una buena dosis de inseguridad. El miedo es la puerta ancha por la que desde siempre han entrado los dominadores de todos los tiempos.
Hoy nos hacen creer que somos libres si nos ponemos bajo el yugo del consumo. Soy libre si tengo lo que quiero. De esta manera, la publicidad quiere ocupar el lugar del manual de instrucciones de nuestra vida. Ella nos muestra cómo triunfar, cómo ser feliz, cómo tener éxito.
Muchos diseñan minuciosamente cómo debemos comportarnos, qué debe preocuparnos y también nos dan los entretenimientos oportunos para que no pensemos demasiado.
Inevitablemente la realidad está sumergida en mensajes que crean una necesidad, un deseo. Esos mismos mensajes ofrecen algo para satisfacerlo. Pero solo de una manera parcial. Así que de la compensación ofrecida lo que recibimos es insatisfacción. Este es el mecanismo del consumismo.


Solo la libertad que viene del Espíritu es la que le da sentido a la vida.



Sin embargo, este sistema no genera gente feliz. Poco a poco vamos descubriendo sus engaños y resulta que solo la libertad que viene del Espíritu es la que le da sentido a la vida. Esta libertad no crea dependencias, no desaparece, no es indiferente con los otros. Es una libertad que despliega lo más original de nosotros mismos.
Esa falta de “manual de instrucciones” es lo que nos hace crecer en responsabilidad. Caminar con el Espíritu Santo nos permite vencer nuestros miedos, hacer opciones valientes, constructivas y comprometidas en la realidad.
En Pentecostés, Jesús resucitado nos vuelve a recrear. Como al principio del Génesis (cf. Gen 2,7), Dios sopla su aliento de vida y el Espíritu se une a nuestra humanidad, se hace compañía y fuerza transformadora. En su incansable labor, nos despierta generación tras generación y nos libera de todos aquellos poderes engañosos. Y nos hace crecer en lo que somos: hijos amados.

Equipo de redacción

Fuente: Reflexión compartida por las integrantes del Monasterio de Suesa, España, 30/05/2020.

Publicado en Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº243 – MAYO 2023