Muchos fragmentos bíblicos dejan al descubierto la divinidad de Jesús y nos invitan a ser testigos de una vida resucitada.

• El cadáver es un cuerpo sin vida y en el sepulcro estaba el cuerpo muerto de Jesús. Nos dice Juan como testigo de la resurrección de Jesús: “En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado” (Jn 19, 41-42). Los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y se presentaron ante Pilato para cerciorarse de que el sepulcro no pudiera ser falseado (Cf. Mt 27, 62-64). “Y Pilato les respondió: ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente. Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia de soldados” (Mt 27,66). 

• En el momento en que el cuerpo de Jesús se mueve y recupera la vida, se produce una conmoción general en la tierra y en el cielo. Esto lo rememoramos en el libro El Rosario de los 7 días. Jesús no se quitó el lienzo y el sudario ni empujó la piedra para salir. Los soldados romanos en guardia quedan desvanecidos por el estampido de Vida Nueva. El cielo también se conmueve: los ángeles pliegan los lienzos, corren la piedra y les anuncian la Resurrección a María Magdalena y a los apóstoles. 

• Y nos dice san Pedro, en su carta primera, que el Señor anuncia la redención a los muertos antes que a los vivos: “Jesús fue a hacer su anuncio a las personas que estaban prisioneras en el lugar de los muertos: a los que se resistieron a creer cuando Dios esperaba pacientemente, en los días en que Noé construía el arca” (1Ped 3,19).

• En un documento de los primeros tiempos de la Iglesia, se enseña lo siguiente: “Jesús va a buscar a nuestro primer padre [Adán] como si este fuera la oveja perdida. Él, que es al mismo tiempo Dios e Hijo de Dios, va a liberar de sus prisiones y de sus dolores a Adán y a Eva” y, a partir de ellos, a todos los justos (los santos) del Antiguo Testamento: Abraham, Moisés, los Profetas y muchos más.

• Pablo, hablando a la comunidad de Colosas, les da esta semblanza del resucitado: “Él es la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la Creación. Él existe antes que todas las cosas y todo subsiste en Él. Es también la Cabeza del Cuerpo, es decir de la Iglesia. Él es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que Él tuviera la primacía en todo, porque Dios quiso que en Él residiera toda la Plenitud. Por Él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz” (Col 1,15.17-20). 

• El Señor nos pide, en la Iglesia y en el carisma discipular del Movimiento de la Palabra de Dios, que seamos testigos de una vida resucitada. Que nuestra vida ilumine la de los demás con nuestro testimonio. No podemos callar lo que año tras año vivimos en el Cirio Pascual de la Noche Santa.

Padre Ricardo

Fragmentos de la homilía ofrecida el domingo de resurrección 2019.

Publicado en la Revista Cristo Vive Nº 221 (MAR-ABR 2020)