Perdonar y tener gestos de amor con los otros puede transformar nuestros vínculos de forma milagrosa.

El tiempo de la Cuaresma puede ser una ocasión para dejar que Jesús se acerque con su agua viva y moje las zonas más densas y oscuras de nuestro ser.  

En el relato de la Última Cena (Cf. Jn 13,1-15) Jesús, que ya sabía que Judas lo traicionaría, trasciende esa circunstancia y confía en el Padre. Este gesto fraterno y atrevido es un movimiento que, sin duda, “sale de la zona de confort”. El Señor se levanta, se quita el manto y ata la toalla a su cintura. Llena un recipiente, lava los pies de todos sus discípulos y los seca. Él sorprende, descoloca e incluso incomoda. ¿Por qué hace eso? ¿Por qué se toma este trabajo?  

El gesto del lavatorio de los pies precede a la institución de la Eucaristía. En el camino que recorremos para llegar a participar del banquete del Pan de Vida, tal vez aparezca la puerta estrecha, el bosque espeso de un estado del corazón. Para atravesarlo, nos puede ayudar la decisión del gesto fraterno atrevido, como hizo Jesús.

Cuando le toca el turno a Simón Pedro, el Señor se encuentra con su resistencia: “¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?”. 

Si el Señor llegara a nosotros con esta propuesta, ¿con qué resistencia se encontraría? ¿Desconfianza en Él o hacia los hermanos? ¿Tibieza en la oración o en los vínculos? 

Quizás vivimos alguna circunstancia adversa que enfrió nuestra fe y dejamos de confiar. Quizás, nos volvimos indiferentes hacia la propuesta de amarnos los unos a los otros. El Señor nos lava los pies y se encuentra con quiénes somos verdaderamente. ¿Estamos dispuestos a dejar que hoy sus manos amorosas laven el barro que hay en nuestro corazón? 

Idealizar a los otros

Un “barro” que a veces descubrimos en nosotros mismos, que obstaculiza la confianza y los gestos atrevidos, es el idealismo y la expectativa sobre la vida de los otros, que va más allá de lo que las personas son o pueden hacer. En primera persona, puedo hacer el ejercicio de contemplar el estado en el que se encuentra mi corazón, el nivel de confianza que experimento, o el barro en mis pies al mirar los vínculos que mantengo a diario, especialmente a través del dispositivo móvil: grupos de familia, del trabajo, de amigos, de la comunidad… Y preguntarme: ¿qué sería confiar y lavar los pies en lo concreto? ¿Cómo hacerlo? 

Jim Caviezel, el actor de La pasión de Cristo,dice: “¿Quieres ver un milagro? Anímate a perdonar”. Tal vez el gesto de amor atrevido al que el Señor nos invita es el de perdonar las ofensas, un gesto imperceptible para los ojos, pero certero y liberador para el corazón.

Pidamos al Señor que renueve la confianza en la vida comunitaria, en los vínculos en las familias, en los ambientes laborales, etc. Aun sabiendo que podremos también allí encontrarnos con “Judas”, especialmente en nuestro corazón.

La confianza que Jesús ha puesto en su Padre y en su comunidad puede inspirarnos y animarnos a recuperar la confianza en la fraternidad, a decirle al Señor que confiamos en Él y, por eso, optamos por ofrecer nuestro corazón, así como se encuentre.

Dejémonos acompañar por los hermanos y hermanas, caminemos juntos. Y frente a una situación de conflicto, busquemos en nuestro interior qué nos pide el amor.

María Estela Zanotto
Centro Pastoral Misericordia
Buenos Aires

Publicado en Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº231 – ABR 2022