A partir de una revelación privada, el Padre Ricardo, comparte su vivencia sobre cómo se formuló en él, la intuición de la Palabra de Dios como espiritualidad bíblica.

María no es una santa más, sino que Ella está por encima de la santidad de todas las mujeres santas y de todos los hombres santos. 

La gracia que María recibe en su vida es única en la historia de toda la Humanidad. Es el cumplimiento de una promesa de rescatar al ser humano del pecado, es decir, rescatarlo de que viva fuera de la alianza con Dios (Cf. Gen 3,1-7).

Aludiendo a María, su madre, Jesús en la cruz la llama “mujer” como lo había hecho en Caná. Porque en María se cumple la promesa de Dios al hombre después de su pecado de origen: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo [le dijo Dios a Satanás]; Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón” (Gen 3,15). María es la mujer que Dios preparó para que su “linaje” venciera al Príncipe de este mundo alejado de Dios y encerrado en sí mismo.

La preparó haciéndola nacer en alianza con el Creador, libre del pecado de Adán: que es el pecado del mundo. Esa gracia en la Iglesia la conocemos como la Inmaculada Concepción de María. Es un dogma, lo que Ella misma expresó en su aparición de Lourdes: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Es la mujer que acompaña la santidad de su Hijo, la santidad de la Palabra eterna del Padre hecha hombre en María. Hay una alianza mesiánica entre Jesús y María. 

En las revelaciones privadas reconocidas por la Iglesia, y en las cuales no es obligación creer, sabemos con certeza que quien se ha revelado de diversas maneras, es Dios. No con el objetivo de añadir algo a la Revelación Pública de la Iglesia, sino con el sentido de acompañar al Pueblo de Dios en las circunstancias de su andar histórico. Por eso hemos aludido a la revelación que María hace de su identidad en Lourdes.

En este sentido, aún tengo presente una experiencia personal vivida a partir de las revelaciones privadas recibidas por Ana Catalina Emmerik (1774-1824. Beata por Juan Pablo II, 2004). Hacia el año 1950, recibí la novedad del Nuevo Testamento del doctor y biblista alemán Strasburger junto a las revelaciones privadas de Ana Catalina. Desde estos dos aportes se formuló en mi interior, la intuición de la Palabra de Dios como espiritualidad bíblica. Ello fue también, determinante para el discernimiento de mi vocación sacerdotal y luego del carisma del Movimiento de la Palabra de Dios. 

Padre Ricardo, MPD

N. de la R.:Extraído de Padre Ricardo, El Rostro del Espíritu Santo, Buenos Aires, Editorial de la Palabra de Dios, 2.a ed., marzo 2021, p. 76.

Publicado en Cristo Vive ¡Aleluia! #230 (NOV-DIC)