“La solidaridad se expresa concretamente en el servicio, que puede asumir formas muy diversas de hacerse cargo de los demás. El servicio es ‘en gran parte, cuidar la fragilidad’” (Cf. Fratelli Tutti, 115).

Desde el Servicio de Ayuda fraterna que tenemos en nuestro Centro Pastoral, luego de cubrir las necesidades de los más cercanos, sentimos la necesidad de salir a las periferias con otras ayudas.

Nos llegaron requerimientos de distintos merenderos que asistían a niños y adolescentes y solo eran cubiertos por donaciones. Elegimos uno de ellos que se llama “El Rincón de la Nona”. Estaba ubicado en la ciudad de Alta Gracia, provincia de Córdoba. Allí nos esperaban los encargados, Sandro y Patricia.

Inicialmente lo llevaba adelante “la Nona”, una señora de 50 años que se llamaba Viviana. Ella comenzó dando la merienda con mate cocido y pan casero que ella misma elaboraba. Cuando la señora falleció tomó la posta su hija Patricia. En la actualidad, ella da el desayuno y la merienda los lunes, miércoles y viernes a niños de las zonas aledañas. Cariñosamente, quienes asisten dicen “vamos a merendar a lo de la Nona”.  

En el mes de septiembre comenzamos una colecta de leche y chocolate en polvo, azúcar, mate cocido, yerba, galletas y turrones. La providencia de Dios se manifestó entre nosotros con una abundante recolección de alimentos.

Sandro y Patricia estaban muy emocionados y agradecidos con lo que habíamos llevado, justo cuando ya les quedaban pocos alimentos para compartir. También pudimos colaborar con ropa en buen estado para los chicos.

El Rincón de la Nona es un emprendimiento privado que se sustenta con las donaciones de la gente. Con mucho esfuerzo lograron agrandar un espacio para poder tener las mesas de madera construidas artesanalmente y una cocina donada donde preparan el mate cocido. El lugar es simple y humilde, pero muy acogedor.

Después de entregar lo recaudado hicimos un momento de oración espontánea y agradecimos al Señor la abundancia de su respuesta. Cerramos el encuentro con la lectura de un pasaje de Isaías que concluía en este versículo: “Cuando era uno solo lo llamé, lo bendije y lo multipliqué” (Is 51,1-2). 

Fue una experiencia comunitaria bendecida. Sentimos la misericordia de Dios que nos salió al encuentro, tanto a unos como a otros, todos quedamos muy contentos y agradecidos. 

Cristina Oro
Centro Pastoral Córdoba
Prov. de Córdoba

Publicado en Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº232 – Abril 2022