“Así como el cuerpo tiene muchos miembros y sin embargo es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo y todos hemos bebido un mismo Espíritu” 1Cor 12 ,12-13.
El segundo fin de semana de junio, celebramos la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Jesús. Es una fiesta de la Iglesia católica en torno al don de la Eucaristía. Con este motivo, en las iglesias particulares se realizan cantidad de celebraciones y procesiones. Al respecto, compartimos una reflexión que llegó a la redacción de la Editorial. (Las imágenes, enviadas por G. Vivona, corresponden a la Celebración en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires con algunos servidores y miembros del Movimiento que estuvieron presentes).
“La Iglesia es cuerpo vivo de Jesús. Muchos miembros que la integramos formamos parte de distintas culturas, nacionalidades, diócesis, movimientos eclesiales, asociaciones, nuevas comunidades, corrientes de gracia, en fin, cada parte de este cuerpo aporta su belleza e identidad que la hace única.
Decimos que en Pentecostés celebramos la fiesta de la Iglesia, su nacimiento. A su vez en Corpus Christi lo hacemos con el cuerpo y la Sangre de Jesús que ha elegido quedarse entre nosotros en su presencia eucarística. Esta fiesta se remonta a la Edad Media en la que una religiosa, Juliana Cormillon, animaba a celebrarla en memoria del gesto de Jesús en la última cena. En ese entonces, la celebración fue acompañada del signo milagroso de la Hostia consagrada que comenzó a sangrar ante las dudas de fe del sacerdote que celebraba la Eucaristía en la ciudad de Bolsena, Italia. Este hecho llevó al Papa Urbano IV a instituir la festividad de Corpus Christi en 1264. Todos los años en la Iglesia se hace presente esta festividad que se caracteriza por un hecho sumamente significativo como ser el de que todos sus miembros hacen primar esa unidad del Cuerpo al congregarse todos y así a su vez reconocerse una sola Iglesia. Celebrar esta festividad nos ayuda a tomar conciencia de la riqueza y diversidad de quienes formamos parte de esta comunidad de comunidades que se alegra al “re-descubrirse” como Pueblo y así acompañar y adorar al Santísimo en todas las calles en la que se congrega como expresión fraterna expresada en el testimonio de fe de Iglesia en salida, que camina junta y se reconoce familia de un mismo Padre en la presencia del Hijo que se hace pan y vino en medio de pueblos y ciudades.
¡Que hermoso es reconocernos parte de un mismo Pueblo! ¡Que hermoso es reencontrarnos con otros hermanos de distintas parcelas de nuestra Iglesia en la que cada uno expresa su identidad y a la vez su unidad en un caminar donde el Centro del peregrinar es Jesús Eucarístico! En estos tiempos donde el Papa Francisco nos invita a caminar juntos, a renovar nuestra cultura sinodal, un estilo en el que prima la comunión, el valor de lo diverso y el expresar con fe nuestra identidad eclesial en el anuncio de Jesús Resucitado presente en la gracia eucarística es un acontecimiento que no puede pasar desapercibido y como tal celebrado con mucha alegría.”
Por Gustavo Vivona