“El futuro es realmente de Dios: esta es la gran certeza de nuestra vida, el grande y verdadero optimismo que conocemos” decía el papa durante la homilía del 8 de febrero de 2013, días previos a que nos anunciara su renuncia. Hoy la Iglesia lo despide sabiendo que ha conquistado el futuro eterno de Dios.
Desde su respuesta al sacerdocio hasta los últimos días de su vida, Benedicto XVI demostró su gran amor a la Iglesia y a al hombre. En su breve papado, que asumió con valentía, defendió la doctrina de la fe católica de grandes batallas, hasta el momento que supo dar un paso al costado al advertir que ya no tenía fuerzas para seguir batallando.
Lo recordamos, entre tantas otras cosas, en la cantidad de escritos que nos dejó como las tres Encíclicas que escribió: sobre la caridad, la esperanza y el amor cristiano. También fue el papa del Sínodo de la Palabra de Dios, con la posterior promulgación de la Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini.
Mucho se puede decir de él. Hoy nos toca interceder por él ante al Padre y confiar en la continuidad de su intercesión por toda la humanidad, como lo hizo hasta el final de sus días.
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